“El amor, que es el vínculo de la perfección” (Col 3, 14; Mt 2. 13-23). La Sagrada Familia
Damos hoy gracias a Dios por nuestras familias. Y las
ponemos ante Dios en oración
La familia es, hoy, una de las realidades más valoradas. En
medio de un mundo complejo y difícil es espacio que ofrece confianza y sentido.
Aunque también tiene sus dificultades y exigencias, porque es convivencia de
personas diferentes, y necesita cuidado: cuidar a las personas, cuidar las la
escucha, el encuentro…
Ese cuidado es una de las actitudes que hoy vemos en José.
El Evangelio nos presenta, hoy, una Sagrada Familia emigrante, amenazada. La
infancia de Jesús se forja en ese ir y venir entre Belén, Egipto y Nazaret. Y
bajo el cuidado de María y de José, ese hombre que “que afrontó con los ojos abiertos lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad (… )el Evangelio nos
dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de
que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía
transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza
en la Providencia” (Francisco, Patris
Corde, 4-5).
Junto a esa actitud, Pablo, en la Carta a los Colosenses,
despliega otras, que nos invita a “llevar puestas” (“revestíos”): compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre,
paciencia, sobrellevarse mutuamente, perdonar… Nuestra referencia y nuestra
fuerza, para ello, es Dios, tal como se nos ha revelado en Jesús. Por eso nos
invita a “que la paz de Cristo reine en
vuestro corazón”, “La Palabra de Cristo habite entre vosotros…” “Sed agradecidos”.
Celebrando la fiesta de la Sagrada Familia en este día que coincide con los Santos Inocentes, pienso que también hay que pensar en esa “matanza de inocentes” actual que es el aborto. Aunque gran parte de la sociedad lo “normalice”, los cristianos no podemos menos que reclamar el respeto a la vida de todo ser humano, también de los no nacidos, y su dignidad, frente a una cultura del descarte que deshumaniza. Y trabajar para que las mujeres que viven un embarazo no esperado, puedan encontrar otras soluciones, que sean de vida y no de muerte, para la criatura que llevan en sus entrañas, y para ellas mismas.
- Hace 15 años, un fraile de mi comunidad, más joven, iba
por la calle, vestido con el hábito, cuando una chica se le acercó a preguntarle
dónde estaba una clínica abortista, cercana a nuestra iglesia de la c/ Arturo
Soria. Él la miró y le dijo: “no vayas”. La invitó a un café, y llamó a Red
madre (https://www.redmadre.es/) que se
pusieron de inmediato en contacto con la joven. Contando con su ayuda, ella
decidió seguir adelante con su embarazo y traer al mundo a su hijo.
Yo me pregunto si esa chica, al dirigirse ¡a un joven con
hábito! lo que quería era realmente preguntar dónde estaba la clínica abortista
a la que iba, o más bien pedir otro camino, pedir ayuda. Personalmente, he
conocido otro caso de una chica embarazada que pedía ayuda porque en su entorno
(su novio, el casero de su piso, el jefe de su trabajo) no le dejaban otra
salida que el aborto. Tuvo el valor de traer su hija al mundo, y no se
arrepiente de ello… Pero ¿Cuántas mujeres abortan porque no se les deja otra
salida? El aborto está matando a los niños no nacidos, y está convirtiendo a
sus madres en rehenes de un empecinamiento ideológico.
- La película “Heridos” recoge el testimonio de cuatro
personas que, tras años de silencio, se atrevieron a mirar de frente la herida
profunda que deja el aborto, y encontraron caminos de sanación . Es un documental
que habla del perdón, la misericordia y la esperanza.
- El final del pasaje de la carta a los Colosenses que hoy
escuchamos, tiene dificultades de traducción. Particularmente, la expresión “mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros
maridos” (o “sed sumisas a vuestros maridos”). No significan lo mismo las
palabras (el término “sumiso”,
actualmente, se ha cargado de un sentido negativo, lejano de lo que Pablo
quiere expresar cuando dice “someteos
unos a otros por respeto a Cristo” Ef, 5, 21). Y también hay una distancia
de contextos, de la forma como se entendían las relaciones familiares (y Pablo
escribe en griego, pero es judío). Pablo no habla de sometimiento al poder y de
pérdida de la libertad (como se puede ver en otros textos, p. ej. Gálatas 3, 28,
donde habla de la superación de las diferencias entre los sexos) sino de
relaciones de caridad fraterna y entrega mutua. En realidad el amor y la “obediencia”
(entendida como escucha y disponibilidad), que Pablo “reparte” retóricamente
entre maridos y mujeres, son mutuas.


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