"Con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas" (Lc 25, 5-19). Jornada Mundial de los pobres
Nos acercamos al final del año
litúrgico, y la liturgia nos invita a situarnos ante la vida con la perspectiva
de considerar qué es definitivo y sólido, dónde podemos poner nuestra confianza.
Jesús advierte de la inconsistencia
de las construcciones, de las instituciones humanas: son transitorias (“no quedará piedra sobre piedra”), y
están también tocadas por la violencia y la injusticia (“reino contra reino…”). Anuncia la destrucción del templo de Jerusalén
(que era centro y emblema de la nación judía) y las vicisitudes de la historia:
guerras, catástrofes, epidemias, fenómenos espantosos… Y también, las
dificultades que sus seguidores tendrán que afrontar a veces: persecuciones, rechazo
y violencia de los cercanos... Cuando Lucas transcribe estas palabras, la
comunidad cristiana ya conoce muchas de estas cosas.
Ante esto la actitud que propone
Jesús es de serenidad y confianza en Él.
Llama a no asustarse por los
sucesos adversos (“no tengáis pánico”).
Ni dejarse embaucar por mensajes apocalípticos, que muchas veces tienen un
sesgo sectario (podemos pensar en los anuncios del fin del mundo que a veces
aparecen… Y también en algunos extremismos, tanto religiosos como políticos,
que cargan las tintas en las situaciones críticas, para presentarse como
solución salvadora).
E
invita a mantenernos firmes en Él: “con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Confianza que ayuda a
vivir con sentido incluso situaciones críticas: “Esto os servirá de ocasión para dar testimonio… yo os daré palabras y sabiduría”.
Pablo nos expone una concreción
de esa perseverancia, que es el vivir nuestro tiempo con dignidad y
responsabilidad. Escribe para algunos cristianos que pensaban que ya no tenía
sentido trabajar en un mundo que creían próximo a su fin, y presenta su propio
ejemplo, de laboriosidad y entrega motivadas, precisamente, por el anuncio del
Evangelio.


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