"Con María, la madre de Jesús" (Hch 1, 14)
Una mujer, para alabar a Jesús, ensalza a su madre: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos
que te criaron”. Jesús recibe esta alabanza y la resitúa en lo esencial,
que además es aquello que nosotros podemos compartir con María: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios
y la cumplen”
Con esa orientación podemos leer, de manera más profunda,
las otras dos lecturas de hoy. María es como el Arca de la Alianza: ha llevado
en su seno a Jesucristo, Dios que se ha unido a la humanidad para siempre.
Ella, la que guardaba las palabras de Jesús y las meditaba en su corazón, nos
enseña a guardar y vivir esa Alianza, que es fuente de bendición: ¿Qué quiere Dios
hacer brotar y crecer en tu vida?
La madre es como una columna que sostiene la familia. Y María,
en medio de los apóstoles en oración (Hch 1, 12-14) es el pilar que sostiene y
construye la Iglesia. Ella, la llena de
gracia, anima la oración de los discípulos: oración que abre el corazón
para recibir el Espíritu Santo. Ella nos enseña a orar para escuchar la Palabra
de Dios y abrir camino para que esa Palabra se cumpla: para que complete su obra renovadora en cada uno de
nosotros; y a través de nosotros, en el mundo. María, que llevó en sus entrañas
al Hijo de Dios, lo amamantó y cuidó, lo vio crecer, nos ayuda y nos enseña a
hacer sitio en nuestra realidad a Dios, a facilitar que su Palabra y su Amor
crezcan en nosotros y den fruto. Para que crezcamos “a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4, 13)
La tradición nos presenta a María, en Zaragoza, alentando al apóstol Santiago en su predicación del Evangelio. Ella nos anima hoy a continuar en esta misión: ofrecer la Vida y la Palabra de Dios al mundo.
Virgen Santa del Pilar:
aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios.
Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
(S. Juan Pablo II)
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