“Ser discípulo” (Lc 14, 25-33)
Un asesor de empresas en gestión del tiempo
daba una conferencia.
De pronto, puso sobre la mesa un frasco
grande de boca ancha, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y
preguntó:
- ¿cuantas piedras pueden caber en
el frasco?
Después de que los asistentes hicieran
sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Y preguntó - ¿Ahora
esta lleno?
Todo el mundo lo miró y afirmó que sí.
Entonces sacó un cubo con gravilla y
comenzó a echarla en el frasco, agitándolo para que se colara entre las piedras
grandes.
Sonrió y repitió la pregunta:- ¿Ahora
esta lleno?
Esta vez los oyentes dudaron: - Tal vez
no. -
Y empezó a echar arena en el frasco, que entraba
entre las piedras y la grava.
- ¿Ahora esta lleno? - preguntó de nuevo.
- ¡Tal vez no!..
- ¡Ah, bien!, - dijo, y vertió una jarra
de agua en el frasco.
Por último, preguntó: ¿que hemos
demostrado?
Un participante respondió: - que no importa
lo llena que esté tu agenda. Si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan
más cosas.
- ¡No! Concluyó el experto , lo que
esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero nunca
podrás colocarlas después.
"¿Pensáis,
hermanas, que es poco bien procurar este bien de darnos todas al Todo sin hacernos
partes? Y pues en él están todos los bienes, como digo, alabémosle mucho,
hermanas."
Teresa de Jesús. Camino de
Perfección 8, 1
Jesús llama a tomar conciencia de lo que implica seguirle, con toda radicalidad. Implica ponerle a Él en primer lugar, posponiendo incluso la familia (que aquél tiempo significaba seguridad, arraigo, lugar en la sociedad…). Y estar dispuesto a renunciar a todo, e incluso a asumir el fracaso: la cruz era la condena a muerte más infame, considerada por los judíos como maldición.
Cabe apuntar que Jesús no desprecia la familia. Su mandamiento es el amor. Y en otro lugar recuerda dice.: honra a tu padre y a tu madre (Lc 18, 20). Tampoco llama a buscar el dolor. Sus palabras sobre la cruz no se pueden usar para justificar sufrimientos injustos, o para llamar a una actitud pasiva ante ellos, porque Él ha pasado curando y liberando.
Por otra parte, Jesús es Maestro (y puede enseñar a vivir) esas realidades: ha creado una nueva familia ("mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" Lc 8, 19-21), ha puesto su vida y todo cuanto tenía al servicio del Reino, y va camino de la cruz.
Sobre todo, Él mismo, y la Vida Nueva que ofrece, es la razón y la fuerza para esta opción. Frente a la fragilidad de nuestra vida y bienes (que el libro de la Sabiduría constata hoy), Él es nuestro refugio (como rezamos con el Salmo), el que puede saciarnos y hacer que toda nuestra vida sea alegría y júbilo. Quien lo encuentra, "lleno de alegría, vende todo lo que tiene y compra el campo aquél" (Mt 13, 44).
Desde Jesús, todo aquello que se posponía se reencuentra, como el "ciento por uno" (Mc 10, 28-31; Lc 18, 29-30). El amor de Dios no entra en competencia con el amor humano (aunque hay situaciones de conflicto que obligan a optar). Está en otro plano, y ayuda a ordenar, a situar y vivir adecuadamente lo demás. Cuando vamos poniendo la persona y la enseñanza de Jesús en primer lugar, ilumina y orienta todo lo que vivimos, para que todo encuentre su lugar y crezca: el amor a la familia (como amor maduro, que se libera de dependencias, manipulaciones…); la propia vida, liberada de soberbias y egoísmos, que encuentra el camino de la plenitud...
La carta de Pablo a Filemón muestra un ejemplo de esa vida nueva. Onésimo era un esclavo que huyó de su amo Filemón, y en la cárcel se encontró con Pablo y se convirtió. Pablo escribe a Filemón, y le pide que renuncie a sus derechos legales: que lo reciba no como esclavo (que según la ley merecería castigo) sino como hermano. Se abre una nueva para Onésimo, y también para Filemón. Y se invita, desde el amor fraterno, a abolir la esclavitud.
Seguimos a Jesús desde todo lo que conforma nuestra vida, y apoyados en Él. También la dificultad. Cuando cargamos con nuestras cruces (dificultades, sufrimientos, fracasos...), no a solas, sino con Él y aprendiendo de Él, también encontramos otra fuerza y ánimo, y podemos abrir nuevos caminos, con Él. Jesús nos invita a seguirle con radicalidad, desde la raíz de cuanto vivimos. Para que nuestra vida cristiana no quede como una casa a medio construir.
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