“¡Poneos en camino!” “El reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 10,1-12.17-20)
Retomamos hoy el “hilo” de los domingos del año C (que
habíamos dejado en marzo). Lucas nos sitúa ya en el camino a Jerusalén, en el
que coloca gran parte de las enseñanzas de Jesús. Es el camino hacia la cruz aludida
también por Pablo en la carta a los Gálatas, que escuchamos. La entrega de la
vida de Jesús, que conduce a la Vida Nueva, es la referencia, el “marco” de
todas esas enseñanzas.
Jesús, que antes había enviado a los Doce (Lc 9), envía “otros setenta y dos”. El número hace
referencia al de los pueblos de la tierra (Gn 10). También tiene sentido
comunitario: ya no son sólo los Doce, sino también los demás discípulos. Además,
irán “de dos en dos”: la misión es
compartida, y eso hace posible el apoyo mutuo, y también la complementariedad, para
anunciar el Evangelio en su amplitud y riqueza.
Jesús advierte de la dificultad: “os envío como corderos en medio de lobos”. Sorprendentemente, la
forma de afrontarla no será “blindarse”, sino hacerse al estilo del Maestro, seguir
al Pastor. Las instrucciones de Jesús subrayan la sencillez, la gratuidad para
compartir (recibir la acogida y ofrecer lo que llevan) la paz (incluso ante el
posible rechazo), la dedicación total (sin detenerse a saludar a nadie por el camino, a atender otras visitas o intereses
personales). Y los gestos sanadores. Y la confianza, porque “el reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Esa confianza está también en la perspectiva de la misión (que nos interpela a
nosotros): aunque nuestro tiempo parezca estéril, “la mies es abundante” (¿tal vez tenemos que descubrirla, que mirar de otra manera?).
Involucrados en la misión, los discípulos experimentan la
victoria sobre el mal (“hasta los
demonios se nos someten”), los signos del Reino, de la acción de Dios (esa
que anuncia Isaías en la primera lectura). Y algo más: ellos se van introduciendo
en la vida nueva de Jesús. Por eso “vuestros
nombres están inscritos en los cielos”. A ello se refiere Pablo, en el
final de la carta a los Gálatas que hoy escuchamos. Lo que cuenta no es el cumplimiento de normas o signos externos
(circuncisión, etc), sino la transformación interior, el irnos convirtiendo en nuevas criaturas, al estilo de Jesús,
con toda la radicalidad de la cruz: la entrega, el amor incondicional y
gratuito de Dios. Pablo, que en los versículos anteriores ha referido múltiples
motivos para gloriarse (su linaje y práctica judía, su labor evangelizadora, as
dificultades sufridas, sus experiencias místicas…), no quiere otra gloria sino
la de Jesús, la de su vida entregada por amor.
“¡Poneos en camino!”
Un cristiano no es un simple “adepto”, una especie de “consumidor” de una religión. Es alguien llamado a convertirse en criatura nueva, y la misión forma parte de
ese camino. Al involucrarnos en intentar hacer presente el Evangelio, vamos
comprendiendo y viviendo lo que significa. Ello puede ser en formas sencillas,
en medio de lo cotidiano.
¿Dónde y cómo me envía Jesús hoy?
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