“La casa se llenó de la fragancia del perfume” (Jn 12 1-11)


      Hay cosas que “no sirven para nada”, pero pueden significarlo todo. Como un abrazo o un gesto de ternura, como escuchar a alguien en un momento de dificultad o sufrimiento, aunque no puedas darle ninguna solución…

            En una sociedad que ha centrado todo en la eficacia; en una cultura que pone precio a todo y que a veces sólo ve lo inmediato, el gesto de María nos interpela. Es un gesto de amor sin medida. Y sin vuelta atrás, como ese frasco quebrado y su perfume derramado. Como la vida de Jesús, que ha pasado haciendo el bien, hasta el fin: esos pies que María ha ungido con el perfume, y que van ya camino de la Cruz.

            Y es que los medios y la eficacia son necesarios. Pero son inútiles si no hay una opción personal, una orientación de fondo, que les dé sentido.

A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis”. Quizás este pasaje se lee completo en diálogo con otro: “lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31-46). El servicio más radical (y eficaz) a los pobres nace, en la Iglesia, del encuentro con Jesús, de tenerle presente: Francisco de Asís, Teresa de Calcuta (las Misioneras de la Caridad dedican a la oración varias horas del día)… A la vez que el encuentro con Jesús se hace real al vivir el amor al prójimo.

             Imagina la escena. Piensa, también, en gestos que para ti han sido importantes. ¿Y tú? ¿Eres capaz de dar sin buscar algo a cambio? ¿Eres capaz de hacer algo sin buscar resultados enseguida?

            Aquí tenemos una clave, “una llave” para entrar en el Misterio Pascual que celebramos. Dedicar tiempos a la oración, a escuchar la Palabra de Jesús, a meditarla, puede parecer que “no sirve para nada”. Pero nos acercan a esa amistad en la que todo puede encontrar sentido, y en la que encontramos fuerza y luz para toda nuestra vida.

Un salmo habla de la oración como un perfume:

           “suba mi oración como incienso en tu presencia,
El alzar de mis manos, como ofrenda de la tarde” (Salmo 141, 2)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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