“Era de noche” (Jn. 13, 21-33. 36-38)
Las lecturas de hoy siguen acercándonos a la Pascua, y hoy
lo hacen por su vertiente de oscuridad. Asistimos a los pasos siniestros de
Judas, que se pierde en la noche, en la traición.
Y vemos también a Pedro. La noche se le viene encima, y él
no está preparado. Tiene una imagen irreal de sí mismo, no conoce su debilidad,
que le va a hacer caer.
En el centro de la escena está Jesús. Juan nos invita a
apoyarnos en su pecho, como ha hecho él. A sentir su soledad, su conmoción
interior, tal vez su desencanto, en este momento en que sabe que va a ser
traicionado por uno y abandonado por otros.
Con todo, Jesús mantiene el rumbo. Lo sostiene la confianza
en el Padre. Una confianza expresada por Isaías: “Y yo pensaba: «En vano me he
cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor
defendía mi causa” (Is 49,4). Jesús, así, incluso tiende su mano a Judas, con
ese bocado de comida (que significaba un gesto de cariño). Y a Pedro. Jesús
anuncia que, en esa historia de abandono, ultrajes y sufrimiento, que le
aguarda, se ha de manifestar la gloria de Dios. El amor es más fuerte.
Hoy es un día para pararnos a tomar conciencia de nuestras
debilidades, de nuestros tropiezos y desvíos. De cómo (y por qué) negamos a
veces a Dios, y también a los que están cerca de nosotros, o traicionamos
nuestras opciones, nuestros valores y nuestros mejores proyectos. En esta
conciencia de nuestras propias contradicciones y debilidades, nos preside esa
mirada de Jesús que nos acoge, que nos tiende siempre su mano, que nos invita a
confiar, como Él. Cuando la realidad que nos rodea, o nuestra propia realidad,
nos decepciona; cuando sentimos la soledad o la perplejidad, Él sigue siendo
apoyo firme
"Hay otros que,
cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran contra sí
mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en
un día. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y
como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto
más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo
dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre
espiritual; que del todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche
oscura. Aunque algunos tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar,
que no querría Dios ver en ellos tanta"
San Juan de la Cruz, Noche
Oscura, 1, 5,3
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