“Este es mi Hijo, el Elegido. ¡Escuchadlo!” (Lc 9, 28-36)

En este segundo domingo de Cuaresma contemplamos a Cristo transfigurado. Este episodio, narrado por Mateo, Marcos y Lucas, acontece en la noche, después de que los discípulos han confesado a Jesús como Mesías, y él les ha comenzado a anunciar que el Mesías “debe sufrir mucho,  ser rechazado por las autoridades del pueblo, ser matado y resucitar al tercer día”. Jesús ha indicado también que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9, 18-23). El camino del Jesús se ha vuelto oscuro y difícil para sus seguidores, que no le comprenden.

Es, precisamente, en medio de esta noche donde acontece este momento, que manifiesta la luz interior del camino de Jesús, que es la luz de la Resurrección. Jesús aparece conversando con la Ley y los Profetas (Moisés y Elías): las Escrituras confirman su camino (éxodo) hacia Jerusalén, donde realizará su difícil misión (como aparecerá, de nuevo, en el pasaje de Emaús, Lc 24, 27). Jesús se revela, además como el que da sentido pleno a la Escritura. Es confirmado como Hijo de Dios (como ya fue anunciado en el Bautismo, Lc 3, 22). Y se nos invita, a los discípulos, a escucharlo.

La Transfiguración habla de la luz interior que tiene el camino de seguimiento de Jesús, que se hace en la oscuridad de las dificultades que a veces implica. Nos invita a reconocer los momentos de luz que se nos regalan en ese camino, y que son como atisbos de la Vida Nueva de Jesús resucitado. Nos invita a escucharlo. Y en este domingo, además, a buscar su rostro (Salmo 26, 8) y seguirle (Flp, 3) para dejarnos transformar por Él.

 

(Cristo, luz del mundo: quien te siga, tendrá la luz de la vida)

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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