"Venimos a adorarlo" (Mt 2, 1-12)

 

Celebramos hoy la fiesta de la Epifanía: la manifestación del Hijo de Dios, nacido en Belén, a todos los pueblos, representados en esos magos de Oriente. La carta a los Efesios subraya este aspecto: el regalo que Dios nos ha hecho, su Hijo, es para todos los pueblos.

De una forma especial, para todos los que buscan. Mateo contrasta la imagen de los sacerdotes y escribas del país (los sabios oficiales), que saben decir dónde ha de nacer el Mesías, pero no lo encuentran, porque no se mueven de su lugar (y se han sometido a un rey falso), con los magos: son unos personajes doblemente sospechosos para la tradición judía (por extranjeros, y porque la Ley judía condena la magia y a los que la practican Levítico, 19,26 y 20,27). Pero ellos sí se encuentran con el Mesías, porque han visto salir su estrella, han sido capaces de ponerse en camino y de buscar por todos los medios (su sabiduría de astrónomos-astrólogos, pero también el preguntar) y lo hacen con actitud de adoración. Adoración que se expresa en los regalos que le ofrecen. Frutos de ese encuentro son la alegría (inmensa) y una transformación que se atisba en ese volver “a su tierra por otro camino”.

En esta penúltima fiesta de la Navidad (la última es el Bautismo), se nos invita a adorar a Jesús, el regalo que el Padre nos hace, reconocer su generosidad para vivirla. Y pedir al Señor la gracia de reconocer sus signos, ver salir su estrella en nuestra vida; la gracia de ponernos en camino, para encontrarnos, cada vez más profundamente, con Él.

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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