“La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Jn 1, 1-18)
La liturgia nos invita a seguir profundizando en el sentido
de lo que estamos celebrando. Como dice la carta a los Efesios, “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e
ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a
la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia”
Volvemos a escuchar (como en Navidad) el comienzo del
Evangelio de Juan, que tiene gran riqueza. Las otras lecturas ayudan a
iluminar, en él, algunos detalles:
- El Logos (el término original de Juan, que se traduce
como Palabra. O el Verbo, para subrayar su carácter activo). Es la palabra como capacidad
de comunicación, y también significa razón, sabiduría… La reflexión del pueblo
de Israel identifica esta sabiduría con la Palabra de Dios, como escuchamos en
la lectura del Eclesiástico. El ser humano busca y necesita sabiduría para
vivir, Dios nos entrega su sabiduría, que es su propio Hijo, en Jesús. Jesús
(su persona, su palabra, sus obras…) es nuestra sabiduría, nuestra clave y
criterio para nuestra forma de pensar y vivir, de comunicarnos…
- La gracia. Dios
nos regala al Hijo, porque, desde antes de fundar el mundo, ha pensado en nosotros,
nos ha creado y nos ha llamado a ser sus
hijos. “Para que fuésemos santos e
intachables ante él por el amor”. Dios nos ama tanto que no puede tacharnos (lo que también llama a
reflexionar sobre la facilidad con que, a veces, nosotros tachamos a otros), nos comparte su vida (la santidad), nos invita a
vivir todo eso plenamente. Como nos recuerda San Juan “a los que lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que
creen”. Nuestra disposición a acogerle es la parte que a nosotros nos toca,
para que esa gracia dé fruto en plenitud. Recordamos que, en el arte de acoger
y colaborar con Dios, María nos enseña y acompaña.
- Esa sabiduría para
conocerlo y para comprender tiene
relación con una conversión: desde nuestras ideas preconcebidas sobre Dios, nos
volvemos hacia Jesús, porque “A Dios nadie
lo ha visto jamás. El Hijo Único de Dios, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer”
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