"Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer" (Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21)

 

Comenzamos el año con la Jornada Mundial de la Paz (establecida en 1967 por Pablo VI, el mismo que fijó en el 1 de enero la fiesta de Santa María, Madre de Dios). La bendición del libro de los Números (6 22-27), que hoy recibimos, habla de la Paz, que es don del Mesías, y que implica todo lo que hace posible una vida sana, plena, en armonía. En la Escritura está vinculada a la justicia y la fraternidad, a la misericordia, la fe, la alegría. Es don del Mesías. Pablo nos dirá que “Cristo es nuestra paz” (Efesios, 2, 14).

María nos acerca al misterio de Dios que se hace hombre. El título con que la invocamos, proclamado en el Concilio de Éfeso (año 431) expresa cómo en Jesús están integrados lo humano y lo divino. El Hijo de Dios no se “reviste” de una apariencia humana, sino que verdaderamente se hace hombre, se somete a las leyes naturales e históricas de nuestra existencia. Y así, abre nuestra realidad, desde dentro, a su paz, a su plenitud, a su vida: Dios nos convierte en hijos suyos (la adopción no es una filiación "de segunda”. Al contrario: en aquella cultura, el hijo adoptado –por ejemplo, para ser sucesor del César- es el hijo elegido).

Y Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, para ir transformando desde dentro (siempre, con nuestra colaboración) nuestra realidad. Para que vivamos como hijos. Como Jesús, el que nos ha enseñado a orar diciendo “¡Abba!” ¡Padre!

Este camino de ser hijos de Dios pasa (entre otras cosas) por la oración. María, la llena de gracia, la persona abierta al Espíritu, nos guía en él con su: “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.

Comenzamos un año nuevo. Tiempo para crecer como hijos de Dios, y para construir la paz. Las liturgia, hoy, nos invita a reconocer la bendición de Dios, a conservar en nuestro corazón lo que nos habla de Él. Busca un momento para repasar, en oración, el año terminado. Para reconocer el paso de Dios por tu vida, ver los frutos que hace brotar, también tomar conciencia de cómo estás llamado a colaborar con su obra. Para recordar, ante Él, a las personas que has ido encontrando en este camino. Para poner ante Él tus planes y proyectos, pidiéndole que te ayude a mantener los ojos y el corazón abiertos a los suyos.

Mensaje del Papa para la 58ª Jornada Mundial de la Paz



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