"Quien quiera ser el primero, sea el servidor" (Mc 9, 30-37)
El Evangelio habla hoy a través de contrastes. En primer
lugar, contrasta el miedo de los discípulos para preguntar a Jesús, con la
dedicación y paciencia (con gestos de ternura, como el abrazo al niño) con la
que Él les enseña. Camino de Jerusalén (camino de la cruz) Jesús deja de hablar
a las multitudes y se centra en ellos, les habla en la casa (contexto de
intimidad), … A estos discípulos que le siguen, pero “no le siguen” (no le entienden, tienen el corazón en otra cosa),
Jesús los busca: les pregunta, se interesa por sus discusiones…
Por segunda vez (y aún habrá una tercera) les habla de su
camino hacia la cruz y la resurrección, que contrasta con las expectativas de
los discípulos. Ellos esperan un Mesías victorioso, y discuten quién es el más
importante. Una conversación que (como adelanta Santiago en su carta) lleva a la
división.
Ante esa búsqueda de grandezas, Jesús pone en medio a un
niño, y lo abraza. En aquella sociedad, los niños eran los últimos, de “rango
inferior”. El término con que lo nombrara Marcos, por otra parte, también puede
aludir a un criado. Tal vez era el chico que les servía en aquella casa. Al
abrazarlo, Jesús se identifica con él. Y une dos dimensiones: el servicio, y la
capacidad de acoger a los pequeños, a los vulnerables.
¿Quién es importante para ti? Seguramente no es ninguno de
los “importantes” de este mundo
(poderosos, famosos, ricos…) sino alguien a quien amas y te ama, alguien con
quien te une una relación de “dar vida”. Caer en la cuenta de lo verdaderamente
importante, nos libera de enredarnos en las importancias postizas del mundo,
que, como denuncia Santiago en su carta, son fuente de envidias, rivalidades, violencias,
luchas “y todo tipo de mañas acciones”
(St 3,16). Nos guía hacia esa sabiduría “llena
de misericordia y buenos frutos”, esa justicia que “se siembra en la paz para los que trabajan por la paz”
El gesto y la palabra de Jesús nos muestran el servicio (expresión
del amor, la entrega) como “lo primero”.
Cuando, cada uno de nosotros y como comunidad, lo llevamos a la práctica, nos identificamos
con Jesús, el Primero. Y nos hacemos capaces de acoger a los pequeños. Y al
hacerlo, de abrir a Dios nuestro corazón.
También a nosotros nos cuesta entender a Jesús. Comprender,
en toda su amplitud, lo que significa su camino de vida nueva, que pasa por la
entrega. La resurrección de Jesús habla de la vida más allá de esta vida, y
también de “más vida”, de “vida nueva” en esta existencia. Pero este camino
pasa también por experiencias de pérdida, de muerte. Cuando la entrega nos es
difícil, cuando se nos cruza el sufrimiento, la dificultad, ¿cómo encontrar el
camino a esa vida nueva? No nos dé miedo preguntarle a Jesús. Con una nota de
fondo, que nos ofrece hoy el Salmo: “el Señor
sostiene mi vida”.
"Adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor..."
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